Skip to content Skip to footer

ALTO VUELO

Por fin vuelo. Vuelo con mi pena, mi alegría, mi ilusión y mis miedos; vuelo con ganas de más, con el olor de aventura y con expectativas de lo venidero. Vuelo… ¿pero dónde es que vuelo? ¿Vuelo en mi cabeza? ¿Vuelo a la luna? ¿O vuelo en un pájaro metálico atravesando el mismo azul hacia donde de pequeño me dijeron que van los cuerpos? Miro por la ventanilla y no veo ninguno que venga y me salude; no obstante, yo por si acaso vuelo.

Vuelo con mis mundos, submundos e inframundos; vuelo con mis esferas, rectángulos y hexágonos; vuelo con versos, universos y multiversos adornados con tan solo los colores que sólo yo quiero; vuelo con tanto que doy gracias por ser intangible casi todo lo que llevo porque de lo contrario supondría un considerable sobrecoste. Pero eh, que VUELO. Con el corazón latiendo fuerte en mi pecho, la certeza anclada de perseguir lo que deseo y la duda desatada de dejar ir a la mujer que quiero.

Vuelo, vuelo, vuelo. ¿Pero por qué vuelo? Vuelo porque suelto, vuelo porque acierto, vuelo porque encuentro, vuelo porque siento, vuelo porque vuelvo. Vuelvo, sí, a caminar entero, a respirar seguro, hacia el Gran Misterio.

Vuelo. En un aparato de bajo coste plagado de turistas que probablemente contrataron unas vacaciones también de bajo coste tras ser seducidos por un paquete irresistible de sol, playa, pulsera y caipirinha. “Es que a esos precios… cómo no hacerlo”. ¿Cuál es el precio de este vuelo? No hablo del número de euros, impacto medio ambiental o efectos en el censo. Hablo de la historia inacabada, la distancia cancerígena y las decisiones que pesan en la espalda por poner en balanza nuestras prioridades en la vida.

Pero no nos distraigamos…. ¿De verdad que vuelo? No hay duda: ¡Esta jaula que me desplaza de continente a continente es un milagro de la ciencia! ¡El súmmum de lo imposible! ¡El sueño de Verne realizado! Aún así, disculpa que insista: ¿Realmente vuelo? ¿O lo imagino? Tantas veces he volado sin haberlo pretendido que necesito asegurarme de que este no es otro viaje sideral de esos a los que por inercia tiendo cuando me asalta la incógnita de lo que podría haber sido y ese belicoso ejército de “y si” me asedia sin descanso.

Me pellizco un brazo, toco lo que veo, abro bien los ojos y, de repente, un intenso ramalazo de colonia de azafata abofetea mi pituitaria, mi codo es golpeado por un pasajero descuidado y me percato de que el zumbido del motor hace rato que invade mis oídos. Con este alto porcentaje de pruebas a favor de la teoría voladora, podría asegurar, con razonable seguridad, que vuelo.

Y es que quizás todo sea un vuelo. Tal vez haya vuelos largos, vuelos cortos, vuelos tranquilos y vuelos turbulentos. Vuelos rasos, vuelos en curva, vuelos conscientes y vuelos fortuitos. Vuelos seguros, vuelos peligrosos, vuelos por costumbre, vuelos factibles y vuelos quiméricos. Supongo que algunos vuelan hacia allá y otros volamos hacia allí, pero todos, todos, volamos en alguna dirección. Para mí, parte de la magia de la vida es poder elegir cómo y hacia dónde queremos volar; y hoy, en este vuelo a Salvador de Bahía que me devuelve a las alas que escogí, estoy muy orgulloso de que ambos hayamos elegido.

Contigo tuve un alto vuelo, de esos que no se olvidan, de esos que te llevan lejos, de esos que te hacen soñar con volver a hacerlo. Nunca se sabe, pero lo bueno del cielo es que es tan grande y tan pequeño al mismo tiempo que, a veces, si las nubes se confabulan y las tormentas nos conspiran, algunos vuelos, aunque parezca imposible, se vuelven a cruzar. Y mientras me lo imagino desde el asiento 30C de un avión que nos aleja, me doy cuenta, más que nunca, de que estoy volando… y de que quiero seguir haciéndolo.

Te deseo buen vuelo, compañera. Ojalá disfrutes de las vistas, que seguro son preciosas.

Leave a comment

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.