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TODO PASA POR ALGO

Una de las cosas más valiosas que aprendo viajando en moto es a huir de todo tipo de rigidez e inflexibilidades, especialmente las auto-impuestas. Cuando emprendí el viaje en Latinoamérica, me prometí férreamente no volver a España hasta que terminara el periplo. Y sin embargo, mientras escribo esto, aquí estoy, tras regresar de un paréntesis por Francia, Italia, Eslovenia y Croacia. Y es que, como cuento en este vídeo que hice en Chile, TODO PASA POR ALGO.

A menudo observo que tendemos a ser presos de nuestras propias normas cuando, en realidad, solo depende de nosotros traspasarlas. Sin embargo, parece que hacerlo y materializar lo que de verdad queremos produce congoja y nos paraliza. Para mí, no son más que zancadillas de la mente y me gusta ver esos pensamientos cuadriculados como una magnífica oportunidad para decir “¿AH, SÍ? ¡¡PUES A TOMAR POR CULO!!”  y os aseguro que al otro lado de toda esa basura que nos ata… están las mejores cosas de la vida.

Varias fueron las razones que motivaron mi regreso al viejo continente. Por un lado, el equipo de Marketing me aconsejó asistir a los BMW Days de septiembre en Sabiñáñigo para dar una ponencia sobre mi viaje. Tras enfrentarme a mi cabezonería inicial, me acabé percatando de lo positivo que sería para el proyecto y de la tremenda oportunidad que tendría de dirigirme a muchos de los que siguen la aventura. Y fue una pasada. Charlar sobre el desarrollo de consciencia que implica viajar como forma de vida ante más de 600 personas ha sido, sin duda alguna, unas de las mejores experiencias que he vivido. Poder compartir algunos de mis aprendizajes del camino en una carpa llena tras apenas un año del arranque de la aventura es la más sabrosa recompensa por las horas que dedico a contar historias. Decidí improvisar casi todo el tiempo para que las palabras me nacieran del corazón en ese mismo instante persiguiendo transmitir el mismo objetivo del proyecto Soy Tribu: que vosotros también iniciéis el camino a lo que realmente queréis, siendo coherentes, ante todo, con vosotros mismos. Insisto, solo una cosa es realmente necesaria: QUERER.

Otras de las razones por las que más ganas tenía de asistir a las Riders era por conocer a este ufano y jocoso sujeto que me ha estado ayudando y aconsejando prácticamente desde que empecé mi viaje hace 9 meses ya que él lleva dando la vuelta al mundo en moto NUEVE AÑOS, metiéndose en unos berenjenales de mucho cuidao. Para mí, Charly Sinewan no solo es una referencia en el mundo de los vídeo-viajeros sino, desde hace tiempo, un buen amigo.

Tras regresar ambos de nuestros respectivos viajes con motivo del evento, nos percatamos de que, efectivamente, estábamos en #SPAIN al contemplar esta hermosa colección de bombonas de gas butano, mientras nos preguntánbamos lo siguiente: ya que él va a continuar bajando en moto desde México y yo subiendo desde Brasil… ¿compartiremos camino el año próximo? Como dice él, solo el guionista lo sabe… hagan sus apuestas.

Sin embargo, el evento no fue lo único que motivó la vuelta: había otra razón de peso. Mi ancianita Supernova agonizaba en un taller de Salvador de Bahía. El cirujano (en la foto) me transmitió la pésima noticia de la urgente necesidad de trasplantar más de 60 piezas del motor, suspensión trasera y sub-chasis. Una operación de alto riesgo que además no garantizaba la recuperación de la ya muy desgastada paciente. Siendo esta la situación, pensé que regresar y probar una moto nueva era una magnífica oportunidad que me brindaba el destino para subsanar los errores que cometí en el pasado.

En medio de estas trágicas novedades, llegué a Madrid y en la sede de BMW me esperaba una flamante F750 GS negra como el carbón y más tecnología de la que jamás podría haber imaginado. La probé y al tumbarme en la primera curva quise llorar. “Ahora sí que sí”, pensé. No solo no vibraba cual olla a presión (algo a lo que mi Supernova me tiene acostumbrado) sino que respondía suave como la seda. Tras echar un buen rato con Daniel Tomé explicándome sus misterios, emprendí un viaje exprés a Croacia con ella para comprobar, por un lado, si la Costa Dálmata es tan bonita como aseguran y, por otro, para certificar si efectivamente había tenido la mala pata de enamorarme de una lugareña.

Ahora, preparando en Madrid la vuelta a Brasil para sumergirme de lleno en el Amazonas, me debato entre resucitar a Supernova o dejarla caer en un eterno sueño. Un mar de dudas asaltan mi cabeza pero, al menos, hay tres cosas que puedo asegurar: 1) la región de Dalmacia es bien bella; 2) la moto que he probado es la bomba y 3) Como me dijo Abdullah al entrevistarle −el motero iraní que dio la vuelta al mundo en moto durante diez años en la década de los cincuenta− “keep walking, keep riding, y si te enamoras, pues te enamoraste”.

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